Acompañé a la diputada María José Sanz (UCR) en la presentación de un proyecto de resolución para solicitarle al Presidente Alberto Fernández, la derogación de un decreto del presidente de facto Lanusse de 1973, por cual Mendoza – en un caso único en materia de generación hidroeléctrica -, tiene que compartir con La Pampa las regalías generadas por Los Nihuiles.

La presentación del proyecto me llevó a reflexionar sobre la difícil y agresiva relación que existe entre Mendoza y su vecina La Pampa, que ha llegado a su punto máximo con el caso del proyecto Portezuelo del Viento, donde la obstrucción al desarrollo de la obra, es tomado por ellos como un triunfo.

Tengo en claro de que ha llegado el momento de que empecemos a mirar las cosas de otro modo y de replantear en un esquema de provincias vecinas y hermanas cómo nos relacionamos con la provincia de La Pampa. Mendoza sistemáticamente viene siendo agredida desde hace unas cuantas décadas por los hermanos pampeanos. Esta situación que no ocurría en épocas del gobernador Rubén Marín, sino que comenzó a generarse a partir de la gobernación de Carlos Verna, en donde se gestó este ataque continuo, “malvinizando” la relación entre Mendoza y La Pampa y convirtiéndonos en el enemigo perfecto de la política partidaria de aquella provincia.

Mendoza tuvo y mantiene judicializado con la provincia de La Pampa y con sentencia de la Corte Suprema de Justicia, un diferendo por las aguas del Atuel. En mi humilde opinión, ese fallo es completamente desafortunado, porque privilegia una mirada que intenta recuperar un ecosistema de bañados no productivos, despreciando el arraigo por décadas de productores y asentamientos humanos, que ahora ven comprometida su sustentabilidad.

En el contexto de este conflicto por el Atuel, y generando una política de buenos vecinos, en épocas del gobernador justicialista Rodolfo Gabrielli y del mencionado Rubén Marín en la Pampa, se establecieron acuerdos en los cuales nuestra provincia le empezó a dotar de agua potable a varias localidades pampeanas a través de acueductos. Uno de ellos es La Escondida – La Humada, de kilómetros, que desde Gral. Alvear provee agua de mejor calidad que la que tienen en esa zona.

También está el acueducto de Punta del Agua, San Rafael, de 190 kms. que llega hasta Santa Isabel y Algarrobo del Águila, entregando agua para 6.000 habitantes en un hay 3.000 personas. En esta política de buena voluntad, Mendoza sigue dotando de esa agua potable, por lo que hoy así como reclamamos por las regalías de Los Nihuiles, podríamos reclamar derechos por esa agua que hoy estamos suministramos de forma gratuita a ciudadanos pampeanos, en desmedro de habitantes y productores de nuestro sur provincial.

También es hora de hacer valer nuestros derechos por esa cuota de agua que le corresponde a Mendoza de 34 m3/seg del Río Grande. Aguas que luego desembocan en el Río Colorado, donde más abajo La Pampa tiene el dique Casa de Piedra, que genera energía. El uso de esa cuota de agua que no estamos utilizando – porque no hay obras de aprovechamiento hídrico – , La Pampa las viene usufructuando desde 1996, cuando Casa de Piedra fue puesto en operación. Hay que comenzar a pensar entonces, si no es necesario generar una demanda a la Pampa y empezarle a cobrar por el usufructo de esos 34 metros cúbicos que nosotros no estamos aprovechando y ellos sí lo hacen.

Si vamos a generar una relación palo por palo con la provincia de La Pampa, tenemos que dejar de ser los “vecinos tontos del vecindario”. Esta política se tiene que acabar ya que Mendoza, viene siendo agredida a tal punto, que inclusive se aduce que hemos “corrido” el límite con Malargüe, unos 12 km hacia adentro de la Pampa, apropiándonos de 200 mil hectáreas. Da la casualidad que en esa franja, está el yacimiento petrolífero del Corcovo; es decir, nos acusan también de que les robamos el petróleo. Y para rematar, ahora nos responsabilizan de la extinción de la Rana Pehuenche, a raíz de la construcción de la ruta 145, obra proyectada, financiada y ejecutada desde la órbita nacional.

Con todo esto, la dirigencia política de La Pampa ha venido construyendo un enemigo perfecto para su sociedad. Mientras, Mendoza está siendo agredida de forma persistente, algo que tuvo su frutilla del postre, con el rechazo que recibimos por parte del presidente de la Nación, Alberto Fernández, sobre la posibilidad de avanzar con la ansiada obra de Portezuelo del Viento.

Esta Legislatura, como cuerpo político representativo debe trabajar en rever la relación con una provincia que no mantiene políticas de buena vecindad con Mendoza.