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Opinión publicada en Memo | En los días previos a la aprobación de las reformas a la ley 7.722, se dio a conocer un documento crítico por parte de trabajadores de Ciencia y Técnica del Instituto Ianigla-Conicet, proponiendo “repensar el futuro desarrollo socioeconómico, el uso del agua y la conservación de los ambientes naturales” de Mendoza. Su lectura y contestación, es la excusa que nos permite abordar una problemática discursiva que se ha instalado en contra de la actividad minera.

Amén de muchas consideraciones que se pueden compartir, se manifiesta una clara objeción ideológica de base, contra la minería metalífera, y esto es algo que se observa con asiduidad en ámbitos universitarios, científicos y técnicos. Muchos sectores intelectuales y docentes – de donde provienen las principales oposiciones -, parecieran no dimensionar o comprender la complejidad de las industrias de procesos. O que directamente no las conocen. Es quizás más esperable en aquellos que provienen de las ciencias sociales. Pero es difícil de entender en el caso de una parte de la comunidad que produce ciencia y técnica, que no tenga una buena valoración de una industria que suele utilizar en sus operaciones, buenas prácticas con el mejor estado de las artes en cada materia. Una completa desconexión entre ciencia, técnica y actividad, salvo que dicha distancia, esté inspirada en prejuicios ideológico-políticos.

Con ello se suele caer en una forzada sustitución de actividades. No se quiere minería e inmediatamente surgen los comodines para evitar la maldita industria extractiva. En esa apelación al no desarrollo minero desplegando otras actividades, aparecen las economías del conocimiento. Pero se desconoce cuánto se demanda en dinero y tiempo para la formación de un ingeniero, o de un programador. O cuántos aspirantes entran a las distintas ingenierías que pueden interactuar con la informática, cuántos se reciben, cuántos tienen formación de base para aprender a codificar sin tener que pasar por la universidad. En definitiva, se habla livianamente de la generación de puestos de trabajo con calificación media a alta, que no son para cualquiera y cuya demanda no pueden ser cubierta (siempre faltan), por esa restricción a la hora de reclutar recursos humanos para su formación.

La otra actividad que también se señala para sustituirla por la minería, es el turismo. Mendoza tiene un perfil internacional que no tienen muchas provincias en la Argentina: vino, turismo aventura, Aconcagua. Este turismo no es masivo, pero sí de mejor rendimiento en gasto por turista. Difícilmente se pueda esperar un crecimiento explosivo en el sector que genere una grandísima cantidad de puestos de trabajo. Con el factor limitante de la calidad en la prestación de los servicios turísticos, que evidencia excelencia en los sectores de turismo VIP pero mucha disparidad en las distintas zonas de la provincia, sobre todo a medida que nos alejamos del Gran Mendoza: cuesta mucho encontrar y retener personal capacitado fuera de los núcleos urbanos. 

Respecto al turismo naturaleza, ésta modalidad todavía es más acotada, más de nicho, selectiva y se desarrolla en ecosistemas frágiles con limitada capacidad de carga. Tomemos de ejemplo Malargüe. Desde afuera y contradiciendo su vocación territorial productiva, muchos dicen que Malargüe debería vivir solo del turismo. Suponiendo que se pudiera generar la infraestructura necesaria para albergar a tantos turistas que demanden los servicios que permitan emplear a todos los malargüinos ….. Malargüe tendría serios problemas con su ecosistema.

Todo esto va a cuenta de lo que siempre se dice, cuando se quiere oponer de un modo u otro al desarrollo minero. Mitos para evitar la minería. Tenemos que decirlo bien claro: El Turismo y la Economía del Conocimiento NO VAN GENERAR por sí solos, los puestos de trabajo que Mendoza necesita. Por eso Mendoza debe ser Vitivinicultura + Petróleo + Agricultura + Minería + Turismo + Economía del Conocimiento.

Readaptando una frase de Guillermo Pensado: “Mendoza debe hacer minería en sus montañas, petróleo en sus cuencas, agro y vino en sus valles, servicios en sus ciudades y turismo en toda su geografía”.

Nota en Memo